
Nuestra tierra, que tiene dichos para cada cosa, suele decir que "de dinero y santidad, la mitad de la mitad". Por supuesto que sí, pero no deja de ser útil y necesario. Cuando alguien sale de la pobreza, de haberlo pasado "de a metro", de no haber tenido ni lo necesario, y se instaura en una cierta tranquilidad económica, su nivel de felicidad aumenta, y enferma menos, adquiere un nivel mayor de satisfacción vital. Esto es real y cierto. Luego el dinero nos hace felices en alguna medida. Las personas que vivimos con un cierto nivel económico, con el cual cubrimos nuestras necesidades primarias y nos da para alguna secundaria; vivimos sin estrecheces, controlando el gasto y siendo prudentes, pero con cierta tranquilidad económica; somos menos propensos "a coger" ciertas enfermedades infecciosas, tenemos mejor autoestima y esa paz y tranquilidad económica nos hace mucho más fuertes ante la vulnerabilidad al estrés.
Ahora viene la pega, grande y seria; cuando alguien tiene un nivel de dinero por un golpe de suerte, tanto de fortuna como de Lotería, el aumento de la felicidad no es proporcional al dinero que se tiene. Incluso se ha estudiado que personas que de la noche a la mañana, del 22 de diciembre al 23 del mismo mes, han adquirido un estatus económico con un volcán de millones; pasado el shock momentáneo de la confirmación de la realidad, se establece un parón estructural del propio cerebro. Hay muchas personas que no pueden encajar el estrés que produce semejante nivel de millones. ¡No es lo mismo pensarlo que ser uno el agraciado!
Supone tal conflicto interior con uno mismo en la estructura cognitiva y emocional, que se establece un bloqueo sin respuesta. Es y se puede llamar "un pseudoinfarto psicológico". Sí, ya sé que nuestros queridos lectores estarán diciéndose por dentro: "Que me toque a mí dicho "infarto, por muy psicológico que sea", y ya me espabilaré con ese porrón de dinero yendo al mejor profesional". El dinero a esos niveles, de repente, sin esperarlo, de improviso, por un golpe de suerte no da la felicidad, más bien quita la paz y la tranquilidad...; ofusca la conducta, ciega la conciencia, desestabiliza la emoción, y genera una sensación de malhumor e irritabilidad, con un fondo continuado de ansiedad... Algún autor ha llegado a decir que dependiendo del caudal adquirido y de la estructura personal o perfil psicológico de quien lo recibe, se presupone un verdadero estrés postraumático que permanece durante toda la vida, incluso en aquellos que ávidos de volver a estadios anteriores, malgastan los dineros o los invierten en nuevas adquisiciones....
La sabiduría popular suele decir, tras confirmar que no nos ha tocado la lotería del día veintidós: tenemos salud y eso es lo verdaderamente importante. Pero es verdad de la buena, salud para seguir en la brecha, trabajando con la misma ilusión de siempre y con el placer de estar vivos, de tener trabajo e incluso poder permitirse un capricho, después de haber cumplido con Hacienda. No es un mal objetivo, no lo crea, no se engañe, el dinero es necesario y útil, pero en su medida.