Escapar

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El 27 de enero de 1979 tu sangre y la lluvia mojaron nuestra acera

30 diciembre 2009

La debilidad etarra - Diario de Navarra 04.01.2010


El presidente del Gobierno Vasco, Patxi López, declara que la Eta se encuentra en su peor momento, afirmación que comparto. Este tipo de declaraciones abundan últimamente y a veces me amostazan un tantico por cortas y poco honradas. Cortas porque omiten que el reciente proceso de negociación le proporcionó un balón de oxígeno político y operativo. Como muestra el chivatazo del bar Faisán, una probable ayuda policial a la banda terrorista en pro del proceso, proyecto estrella y estrellado de Zapatero. Asunto el del Faisán del que van saliendo datos procedentes de documentación en poder de la justicia francesa que señalan como uno de los negociadores gubernamentales a José Manuel Gómez Benítez, hoy elevado a vocal del Consejo General del Poder Judicial y buen amigo de Baltasar Garzón, a la sazón juez sobre quien recae el asunto del chivatazo y partidario de la negociación con la Eta.

Garzón, a la vuelta de una de sus giras, recibió este sumario de manos del juez Marlaska, quien lo había iniciado en 2006 en su ausencia. Marlaska -calcule el lector cómo se las olía- iba a encomendar la investigación a la Guardia Civil , cuerpo distinto al implicado en la faisanada. Lógico si uno sospecha que la zorra anda dentro del gallinero mancillando así el buen nombre de nuestra Policía. Naturalmente don Baltasar no permitió que los verdes intervinieran. El sumario acumuló polvo estos años en los que -¡oh sorpresa!- la investigación no avanzaba. Hace poco hemos sabido que las grabaciones policiales hechas en el bar Faisán sufrieron dos (in)oportunos cortes -¡oh sorpresa!- que nadie explica. Uno palpa aquí el pestilente significado del arrastre de togas por el polvo del camino que anunciara el pérfido Pumpido. Vuelvo a esas declaraciones sobre la debilidad de la Eta. Son poco honradas pues omiten considerar el estado en que se encontraría la banda y, lo que es más importante, el estado en que podrían encontrarse los asesinados desde entonces, de no haber mediado ese traicionero e injurioso para las víctimas proceso de negociación. Oiga, ni palabra. Déjalo estar, pensarán estos profesionales de la política que uno imagina ora negociando con Otegi, ora oficiando homenajes a esas pobres víctimas, tan agradecidas ellas. Quien comete la injuria olvida más fácilmente que el injuriado.

Recuerdo a Pilar Ruiz, la madre de Joxeba Pagaza, a las puertas de un hotel donostiarra en pleno proceso de negociación. Clamaba contra Patxi López y el hoy consejero de Interior Ares, otro abonado al antedicho diagnóstico corto y poco honrado. ¿Qué pasaba en aquel hotel? Pues nada, que cumplían lo prometido a nuestros asesinos en sus negociaciones: celebrar una reunión pública con Otegi y compañía que diera legitimidad al partido de la Eta. ¿Quién que se haya visto envuelto en semejantes circunstancias olvidaría u obviaría a escape aquel nefando episodio? Pues López y Ares antes que nadie, claro. No así Pilar. 

Declaraciones del corte de las referidas forman un elegante y práctico pack con esa proliferación de actos oficiales con las víctimas en el País Vasco y sus silentes y pulquérrimas asociaciones, o con proyectadas leyes, como la navarra, en favor de las pobres víctimas. Yo también pienso que, si bien nos pueden hacer una salvajada, los etarras andan muy perjudicados. Pero no exhiba ahora Zapatero los logros policiales como el chico que muestra contento el boletín de notas con el suspenso recuperado, que ni eso. El tiempo perdido difícilmente se recupera. Parte del que a la Eta le quede será a consecuencia de la negociación del mendaz Zapatero, que no hizo lo que tenía que hacer, rematar la bicha, al tiempo que machaba a las víctimas levantiscas que finalmente alguna razón llevaban. El porqué daría para mucha tinta. Se preguntará el lector qué quiero yo ya ahora. Le aseguro que no espero ingenuamente un sincero mea culpa, quia. Sólo deseo no callar cuando los mismos tipos de entonces resultan ser ahora quienes más lejos mean.

20 diciembre 2009

Agapito Maestre al rescate de don Ángel Herrera Oria... y de mí


Agapito Maestre acaba de publicar EL FRACASO DE UN CRISTIANO. EL OTRO HERRERA ORIA en la editorial Tecnos.

Durante la lectura de este libro no he podido apartar de mi memoria el recuerdo emocionado de Jesús Ulayar, mi padre. Católico implicado con su tiempo y circunstancia en lo público desde sus convicciones cristianas. Fue miembro de Acción Católica, impulsor de la cámara agraria en su pueblo, concejal y alcalde de su pueblo, vocal de la asociación de padres de alumnos y opinador libre. Y un gran tipo. Y español. Le costó que lo mataran. Un poco al modo de Herrera Oria, o en su senda, también fracasó.

Ha habido en mí otra constante en la lectura de EL FRACASO DE UN CRISTIANO. Aquel incidente... Lo cuento. Hace unos meses mantuve una discusión algo agria con un amigo. Me quedé muy sorprendido cuando, ante mi afirmación de que el cristiano debe implicarse también en política, entendiendo política como espacio público y no sólo esa reducción que es el partidismo, me respondía que Jesús no entró en cuestiones políticas y que un cristiano no tenía porqué. Y de pronto me pareció que encerraban mi creencia en la finca de la casa donde nos encontrábamos celebrando la Pascua o en el sagrario de mi parroquia; en las tres tiendas que los cristianos nos montamos en lo alto del monte Tabor, donde nos encontrábamos todos tan contentos... Por otra parte, la visión que de Jesús percibía yo en esa argumentación, además de que la creo equivocada, me empuja a la vivencia de la fe en una suerte de cristocentrismo errado. Es decir, adoradora de la figura de Jesús pero que puede llegar a desentenderse bastante de su mensaje, que es lo más importante, incluso por encima del propio Jesús de Nazaret: el Reino de Dios que comienza en la tierra a cuya construcción estamos llamados los cristianos.

Llegado a este punto quiero dejar algo claro. Disto mucho de sentir plenamente en el plano de la fe esto que digo. Me explico. Intelectualmente no me parece acertado ni honrado por parte de un cristiano decir que no hay que meterse en “políticas”, pues que Jesús nos empuja precisamente a transformar nuestra sociedad hoy, ahora. No todos los cristianos van a estar metidos en lo mismos fregados, claro. Cada uno encuentra su veta y su manera de comprometerse, de ser consecuente con sus convicciones religiosas. Y las más de las veces el compromiso de cada uno de nosotros pasa por terrenos más privados o menos visibles, sin duda. Pero uno de los terrenos donde “los cristianos” tienen que probarse es el espacio público. Si los acuerdos fundamentales entre los cristianos no pasan por dar la importancia que merece este asunto en cuanto que es nuclear de nuestra fe, mal asunto. La religión no puede quedar en lo exclusivamente privado, con prohibición de mojarse en lo público, que es la tendencia actual de quienes refutan el papel público del cristianismo en la política, entre ellos, por desgracia, muchos cristianos.

Pero como iba a decir hace unas líneas, debo ser sincero y declarar que si esto que ven y comprenden mis ojos de carne fueran capaces de verlo y asumirlo los ojos del ateo que llevo dentro, podría vivir en comunión con lo que Jesús predicaba y así ayudar a cumplir la promesa del Reino de Dios. Pero no es plenamente así. Como suele repetir Agapito Maestre el cristiano es un ateo que diariamente se empeña en creer. Sí, la creencia cristiana no es algo que uno consigue un día y ya está. No sé si vale para todo el mundo, pero para mí sin duda. Alguien me dirá que no le cabe ninguna duda en relación a su creencia en Dios, en el Dios de Jesús de Nazaret; y que esa certeza es la fuente de su alegría, de su felicidad. Alegría que transmite a los demás. Lo encuentro magnífico. Pero yo soy como soy y dudo mucho. Sinceramente, no sé si creo o no creo. Y no es mera retórica. Sí sé que quiero creer y que si Dios está ahí me querrá así, como soy: un mal cristiano. De lo contrario tiene un problema conmigo. Me identifico con este texto del Salmo I de Unamuno:

Señor, Señor, ¿por qué consientes que te nieguen ateos?
¿Por qué, Señor, no te nos muestras sin velos, sin engaños?
¿Por qué, Señor, nos dejas en la duda, duda de muerte?
¿Por qué te escondes?
¿Por qué encendiste en nuestro pecho el ansia de conocerte,
el ansia de que existas, para velarte así a nuestras miradas?
¿Dónde estás, mi Señor; acaso existes?

Retomando el hilo. Que si Jesucristo no entró en política, como afirmaba mi contradictor amigo del inicio, baje Dios y lo vea. En tiempo de Jesús, religión y política estaban íntimamente ligadas, eran una misma cosa. Pues contra aquella política dictada desde el Templo por parte de las dirigencias político religiosas, predicó Jesús sin parar. Es decir, intervino en el espacio público, por tanto hizo política y nos llamó a hacerla.

Y ahora sigo con el libro de Agapito Maestre. Don Ángel Herrera Oria no era un obispo del nacional catolicismo y se terminó, como es posible que nos lo pinten muchos. Aunque lo más probable es que ninguno de nosotros sepamos quién demonios era ese tipo. Fue ninguneado por el integrismo y despreciado por el otro integrismo, el anti cristiano. A lo sumo (que es lo único que yo sabía) nos sonará el nombre de una estación del metro de Madrid: Herrera Oria. Don Ángel Herrera Oria, que fue ordenado sacerdote a los cincuenta y cuatro años, vocación tardía, persuadido por la doctrina social del papa León XIII, era un cristiano que se esforzó por intervenir en política desde los principios cristianos. Cito del libro: “En su primera y larga etapa de seglar, fue uno de los principales impulsores del periodismo moderno y le dio continuidad a una empresa de 1900, a pesar de los impedimentos puestos por el régimen surgido de la Guerra Civil. Fundó el Instituto Obrero, el centro de Estudios Universitarios (el CEU), el “Instituto Social León XIII”, la “Escuela de Periodismo de la Iglesia”, colegios Mayores y no sé cuántas otras fundaciones. Fundó y fundó, pero siempre a la manera teresiana, o sea, siempre estuvo a pie de obra y con puntualidad espartana. […] Fue uno de los inventores de la moderna Acción Católica. Según algunos, el intento más sensato por vincular cristianismo y modernidad en la España del siglo veinte.”

Herrera Oria lo hizo todo profundamente convencido de que lo cristiano es en el espacio público o no es, como afirma el autor. De eso habla el libro de Agapito. No es una biografía al uso, no. No es un libro religioso. A mí me ha llegado como una interpelación al cristiano en España desde el empeño vital de un cristiano que fracasó en su proyecto evangélico. Es un libro apasionante y por el que te estoy muy agradecido, querido Agapito. Hoy los valores cristianos están expulsados del discurso de nuestros políticos, de derechas y de izquierdas. Evidente fracaso del que los cristianos debiéramos sacar consecuencias e impulso. EL FRACASO DE UN CRISTIANO, un buen regalo de Navidad, Navidad de la buena.


Decíales: ¿Acaso se trae la candela para ponerla bajo un celemín o bajo la cama? ¿No es para ponerla sobre el candelero? Porque nada hay oculto sino para ser descubierto, y no hay nada escondido sino para que venga a la luz. Si alguno tiene oídos, que oiga. (Marcos 4, 21-23)