Escapar

<b>Escapar</b>
El 27 de enero de 1979 tu sangre y la lluvia mojaron nuestra acera

03 julio 2008

Metálica


La alcaldesa de Pamplona, Yolanda Barcina, anunció hace pocos días que las personas asesinadas en Navarra por Eta tendrán calles dedicadas. Así, la capital navarra es el primer municipio de la Comunidad Foral que concreta su adhesión al acuerdo de la Federación Navarra de Municipios. Siempre será oportuno recordar a las víctimas de Eta. Satisfacen mucho distinciones como la Medalla de Oro de Navarra, concedida por el gobierno foral en 2000, la promoción de monumentos o, como ahora, la idea de honrar las calles de nuestra ciudad asignándoles los nombres de víctimas del terrorismo. Sí, sí, honrar nuestras calles, es decir, honrarnos a nosotros mismos honrando a los nuestros.
Esta campaña de las calles cursa a nivel nacional con el acuerdo de socialistas y populares. Eso es magnífico y está muy bien. Pero hay algo que me mueve al escepticismo, no lo puedo evitar. Y no precisamente nada que tenga que ver con la alcaldesa de Pamplona, cuyo de sobra conocido historial la dibuja siempre comprometida junto a las víctimas del terrorismo. Así que huelgan más comentarios sobre Yolanda Barcina. Pero lo cierto es que la nación española se va desdibujando. Ya afirmó Zp que es concepto discutido -por los nacionalistas- y discutible -proclama él- a pesar de lo que diga la Constitución Española. Y el acercamiento a los nacionalistas vuelve a ser el error -interesado- de siempre desde la Transición, incluso la asunción de algunos de sus postulados dinamitadores de España como nación de ciudadanos libres e iguales. Es urgente una rectificación de las políticas respecto a los nacionalistas vascos, cuyo objetivo es la destrucción de España; incluso en términos tan ridículos y aldeanos como los de la apuesta futbolera de Urkullu en favor de Alemania en la final de la Eurocopa. Ese nacionalismo vasco que se constituye en el principal beneficiario político de los asesinatos de Eta, que lo son en pos del citado objetivo común de la familia sabiniana.
Urge esa rectificación de las relaciones con todos los nacionalismos, disolventes de la nación. Pero no nos engañemos, tal rectificación ni se atisba y sí todo lo contrario, vaya. De modo que en este caso ¿para qué valdrán las calles a nombre de las víctimas por toda España, más allá de lo sentimental o simbólico? Se lo diré: precisamente para ocultar a la víctima, su valor ciudadano, político. Ya tienen sus calles y a otra cosa, podrán esgrimir quienes pretenden la consideración de la víctima como mero damnificado de un accidente o un atraco. No olvidemos que fueron matados por motivos políticos totalitarios. Fueron asesinados contra nosotros, la nación española, único espacio de libertad. Sólo en Navarra, cuarenta de los nuestros. Mantengamos vivo nuestro espíritu ciudadano y procuremos no volver a enterrar a las víctimas tras otra placa; metálica esta vez.