Escapar

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El 27 de enero de 1979 tu sangre y la lluvia mojaron nuestra acera

29 junio 2010

Peñas negras - Diario de Navarra, 3 de julio de 2010

Las peñas presentan pancartas negras para San Fermín. Protestan por la actuación del consistorio pamplonés respecto a dos de ellas que en 2009 se pegaban la gracia de hacer cariñitos a un encarcelado por terrorismo callejero, así como a un matarife ya consumado con dos asesinatos a sus espaldas. Luego les cuento algo del tal Kurika. Pretendían que el ayuntamiento consintiera impasible subvencionar con el dinero de los ciudadanos a quienes colocan en sus pancartas apoyos en favor de semejantes individuos, despreciando así a sus víctimas. Se quejan de que se les coarta la libertad de expresión pues el ayuntamiento puso el asunto en manos de la justicia por si fuera constitutivo de delito. Oiga, que la justicia decida no significa que se coarte su libertad de expresión. Al contrario. El hecho de que los tribunales determinen si existe delito o no -que en este caso han dicho que no y a su veredicto hay que atenerse- constituye una garantía de la libertad de expresión en un Estado de Derecho. Hasta aquí lo legal, que no lo ético y ciudadano. Es de lamentar que no hayamos visto ni escuchado jamás en la peñas recuerdo ni defensa de la libertad de personas como Juan Sánchez Sierro o José Larrañaga Arenas, de sus viudas e hijos. De esto sabe el citado Kurika.


Miguel Ángel Gil Cervera, Kurika, fue condenado y encarcelado no por pertenecer a un club de golf o a una peña, no. El angelito participó en el secuestro y asesinato del electricista Juan Sánchez Sierro, así como en el del militante de UCD José Larrañaga Arenas. Por cierto, que ambos se quedaron sin libertad de expresión para los restos. Cuando te asesinan pasa eso, incluso aunque lo haga el santo pancartero. A la primera víctima la llevaron a una cantera en Cestona para descerrajarle dos tiros. Tras matarlo, Kurika y los suyos adosaron una bomba a su cuerpo ya inerte, destinada a los policías que allí acudieran. Se terminó la libertad que dentro del respeto a la convivencia pretendía Juan Sánchez. Lo de José Larrañaga no le anduvo a la zaga en la vesania asesina de los de Kurika. Tres veces, tres, intentaron matarlo. Ante las amenazas e intentonas asesinas, la familia salió atemorizada de su pueblo guipuzcoano. A la tercera fue la vencida. Lo mataron en uno de sus viajes a Guipúzcoa. A la tercera consiguieron dejarlo definitivamente sin libertad de expresión. Para más escarnio la viuda e hijas del primero, Juan Sánchez Sierro, viven entre nosotros presenciando en primera fila toda esta indecencia. A las inefables peñas se la sopla, pues la pancarta no es sitio para dar cariño a las víctimas, sino a quien las mate. ¡Otra vuelta de kalimotxo!

La única parte positiva de su actitud es que se evidencia cada vez más lo que cualquiera en Pamplona sabe sobre qué son y representan estas peñas hoy. El lector puede sospechar que habrá dentro de ellas socios muy disconformes con este horror. Pero ¿alguien ha escuchado que alcen sus voces discrepantes? No. Conque cabe concluir que están de acuerdo con sus pancartas. ¡Y otra vuelta de kalimotxo!

Hablando de discrepancia, me viene a la memoria el recuerdo del inolvidable Joaquín Pascal, quien fuera concejal socialista de nuestra ciudad. Pascal se rebeló al comprobar la actitud de su peña después de que los de Kurika secuestraran y mataran a Miguel Ángel Blanco en plenas fiestas; o tras el asesinato de Tomás Caballero, que había sido presidente de Oberena. Pascal dejó su carné de socio e hizo saber su disgusto por el proceder de Muthiko. Miembro de peña pamplonesa pero sobre todo ciudadano, lo tenía verdaderamente claro. Manifestó así que o estás con los asesinos o estás con las víctimas. Su gesto, el de aquel hombre de sonrisa permanente y bondadosa, fue el de un tipo decente, un ciudadano demócrata ejemplar. ¿Y los demás?