
EL sábado de la pasada semana, el
pueblito navarro de Echarri Aranaz fue escenario de una bella escena.
En un precioso día soleado de las postrimerías de verano, un
pequeño grupo de amigos llegados de fuera, con algún niño,
pintaban la fachada de una casa. Cuando terminaron lucía en un azul
tenue. Después posaron sobre ella un sinfín de manos con pintura
blanca. Más que una lavada de cara de la casona, era aquella pintura
fresca azul con manos blancas el retorno de la nobleza a ese pueblo
castigado con el permanente envilecimiento por la historia de este
medio siglo de crímenes, de silencios cómplices, de cobardías y de
olvidos culpables. La pintura azul borraba una vez más palabras de
odio contra los propietarios y contra España. Con su «Gora ETA
militarra». Una vez más habían llegado los cómplices de los
asesinos a dejar sus siniestros lemas y garabatos en la fachada. Pero
una vez más habían llegado después los dueños a dejar claro que
existen y que todos los brutales intentos por hacer desaparecer su
huella en la aldea de sus mayores fracasan. Había llegado a limpiar
la fachada de infamias. Pero ante todo a llenar de coraje y dignidad
esa casa, esa calle y esa aldea con su mera presencia, la familia
Ulayar.

La vida en Echarri Aranaz está marcada
por la tragedia de esta familia, por el crimen que delante de aquella
casa segó la vida del padre, Jesús Ulayar, el día 27 de enero de
1979. Los asesinos fueron capturados y condenados. Nunca cumplieron
toda la condena y una vez liberados, fueron recibidos con fiestas y
supremos honores en el pueblo. Hoy los asesinos son todos hijos
predilectos del pueblo. Echarri Aranaz es un pueblo en manos del
poder emanado del crimen y del miedo. Es uno de los casos más
trágicos y sangrantes, más ofensivos, de un destino tristemente
común, la ausencia de España de miles de pueblos españoles. De los
que el Estado y su mensaje de unidad, libertad y ley, se batieron en
retirada. Ante la indiferencia de la sociedad española, indolente,
consumista y deseosa de olvidar un pasado franquista de nula gloria
para esa mayoría que se pretendía antifranquista. La gran mentira
de la España postfranquista como enfermedad nacional. Pero España
no se retiró sólo del País Vasco. Con la educación en manos de
los nacionalismos se entregó a los enemigos de la idea de España su
arma más eficaz. También en Cataluña. Y así crecieron los
organismos volcados en la promoción del odio a España, su
ridiculización, al desprecio e ignorancia de la historia común.
España ausente de sí misma, mientras el enemigo borra las huellas
de su omnipresencia multisecular.
Dicen algunos que todo está perdido.
No tiene que ser así. Los Ulayar existen. Por todas las tierras de
España. Quien niegue la españolidad de Echarri Aranaz siempre se
topará con ellos. Y si España, si sus gobernantes cumplen con su
deber de retornar a todo su territorio, encontrará a millones que,
tras décadas de miedo y silencio conveniente, sí quieren volver a
defender el ideal racional de libertad y convivencia que es la Patria
Grande. Los Ulayar han resistido y se han enfrentado siempre tanto a
los enemigos de España como a quienes por cobardía, ideología o
comodidad traicionaron su juramento. Los Ulayar de todos los rincones
de nuestra geografía quieren pintar sus casas de nuevo. Volver a la
verdad, histórica y cotidiana, acabar con el miedo, la mentira y la
afrenta. Pero necesitan que antes y a través de sus instituciones,
España, se haga presente y vigente.