Escapar

<b>Escapar</b>
El 27 de enero de 1979 tu sangre y la lluvia mojaron nuestra acera

08 septiembre 2010

El segundo tiempo - LA GACETA 08.09.2010

Atuendo etarra para vídeo casero.
Continúa la función. El anuncio etarra de que han aparcado un rato las armas forma parte del toma y daca que se traen con ZP. Ya desde que el falso leonés firmara el pacto antiterrorista con una mano mientras con la otra enredaba con los pistoleros. Éstos, tras la mayoría absoluta de Aznar en 2000 y los atentados del 11S, preveían las cosas bastante negras en el oficio capuchino del tiro en la nuca. La banda pensó en una estrategia negociadora que los dejara en la vida política y de rositas respecto de sus atrocidades. Al otro lado del aparato estaban Txusito y sus “gorrinos”, como les denominara la ETA, para lo que fuera menester. Allí, desde la oposición, arranca la ristra de mendacidades zapateras. Este entremés negro ofrecido por los siniestros y ridículos encapuchados es una nueva trampa para ingenuos y malvados.

Recientemente, Zapatero se jactaba de lo positivas que resultaron las negociaciones con la ETA y de que allí se sembró la semilla del final del terrorismo. No su derrota lisa y llana, sospecho, sino el cuento éste del etarra malo y el etarra bueno al que hay que ayudar. Así que esperaba este paso de la banda y ello abunda en los indicios de negociación o apaño. Aunque el comunicado de los émulos del Ku Klux Klan se ha quedado corto de alcance. Y el Gobierno con estos pelos. Como ya predijo Jaime Mayor, no satisfacen las expectativas. ¿Qué sabe Rajoy de todo esto? Le agradecería que nos contara el contenido del pacto antiterrorista con Zapatero, el que esgrime de vez en cuando y ahora dice dejar en el aire. ¿Será que la revelación resultaría bochornosa? Esta ocultación molesta sobremanera a este ciudadano español, que no súbdito de una casta política.

La moribunda ETA se ha mantenido estos años gracias al suministro de esperanzas y, según los más suspicaces, de vituallas de distinta calidad –por ejemplo, el cambio de posición de la Fiscalía en el caso Egunkaria, posibilitadora de una enorme indemnización económica– que le allega el embustero Zapatero. Frente a este panorama, Rajoy debería proclamar una y otra vez que romperá cualquier acuerdo entre ZP y ETA-Batasuna. Recordará el amable lector que, cuando el socialista accedió al poder en 2004, a los terroristas les quedaba un telediario. Pero, teniéndolo tan fácil, no remató a la bicha. ¿Por? Pues creo que topamos con la reserva mental zapatera respecto de las políticas del pacto antiterrorista. Tropezamos con la ideología del actual inquilino de La Moncloa. No cree en la lisa y llana derrota de la ETA-Batasuna y, por tanto, les da la opción de negociar; por tanto, la esperanza. Sin esperanza, los matarifes habrían claudicado. Zapatero sabe que es posible machacarlos con la firmeza democrática en la mano, por supuesto. Y lo tiene a su alcance. Pero prefiere la consecución de una suerte de ERC a la vasca con los Otegi, la parte de la ETA buena y sufriente a la que hay que dar una salida, pobres, un espacio político incluso con poltrona. Para cierta izquierda esto es indiscutible, pues está escrito en las estrellas. Oiga, pueden hacer como hacemos tantos: a las ocho a trabajar.

Total, que con la escenificación de un epílogo aceptable para ETA-Batasuna, que por definición renunciaría a la derrota en toda regla de los descarriados hermanos izquierdistas, podrían llegar a ser sumados a la gran familia zurda, única ideología legitimada para gobernar los restos de algo que fue España, nación en la que no cree ZP. En ese punto también el derechista PNV debiera tomar nota. En la política que sigue Zapatero prima claramente el interés sectario, frente populista, sobre el patriótico, que busca la política con mayúsculas: la sincera construcción del bien común entre los españoles. A izquierda y derecha.

Sospecho que los escandalosos movimientos habidos durante los últimos meses con presos hayan sido en prenda de la impunidad que ZP estará dispuesto a conceder a los terroristas si progresan adecuadamente. Esos de los que Rubalcaba dice que ya no son etarras, a pesar de tanto derramamiento de sangre y de sus nulas o falsas muestras de arrepentimiento o enmienda. Don Alfredo nos toma por idiotas, tal vez con razón. En definitiva, una traición intolerable y una afrenta a la justicia debida a las víctimas y a todos los españoles, que va bastante más allá de la justicia penal: es la justicia política.

Por último, y escribiendo desde Pamplona, no está de más recordar el pasteleo de Loyola, donde Batasuna, PSOE y PNV llegaron a un principio de acuerdo sobre el viejo reino. Paradojas de la vida, el acuerdo se desbarató porque la banda se descolgó con nuevas exigencias, no porque los representantes políticos retiraran de entrada y sin contemplaciones aquella atrocidad de encima de la mesa. Finalmente, prevengámonos de una manida y puede que tramposa afirmación, según la cual los etarras deben rendirse sin recibir contrapartida política alguna. Error. Deben rendirse sin recibir contrapartida alguna. Cualquier contrapartida es política.