Escapar

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El 27 de enero de 1979 tu sangre y la lluvia mojaron nuestra acera

09 junio 2008

¿Vivir al tuntún?


Gabrielillo, el personaje de los Episodios Nacionales de Galdós, ve alejarse la posibilidad de hacerse, al fin, con su amada Inés. Antes una pobrecilla como él; de pronto hija de la condesa Amaranta. El desnivel social que de pronto les separa, se le antoja inexpugnable, la distancia enorme abierta entre ambos aparece infranqueable. La valoración de esas circunstancias minan terriblemente su ánimo, su determinación de luchar por el amor de Inés. De tal manera, que le fuerza a la más dolorosa decisión: renuncia a su Inesilla. Y teme sentirse perdido, y comienza a estarlo, sin norte, sin el ideal imprescindible para toda vida de hombres que se precie de tal. Así se expresa Gabriel en este maravilloso párrafo de Napoleón en Chamartín que, como tantos otros de don Benito, te alimenta una y otra vez. Y cada vez mejor. ¿Se puede vivir al tuntún, sólo al pairo del exterior y ya veremos; sin elección, sin su consiguiente esfuerzo, sin libertad en suma? ¿Qué vida es esa? Da para muchas preguntas el admirable don Benito Pérez Galdós, preguntas esenciales, más allá de ese amor imposible.

“Las dificultades insuperables, la imposibilidad evidente de destruir con el solo auxilio de mis dedos aquella montaña que Dios había puesto en mi camino, me rendían de tal suerte, que me crucé de brazos, hallándome incapaz para todo. Y desde abajo, desde la inmensa profundidad donde me encontraba, decía, mirando el pedacito de cielo que difícilmente percibía encima de mí: -¡Oh cielo! ¡Cuán lejos te veo, y qué bajo estoy después que creí tocarte con mi mano­­­! Pero pues Dios ha dispuesto mi caída, renuncio por ahora a estar cerca de ti, y me arrastraré por estos oscuros fondajes, buscando un pedazo de pan que comer, sin más objeto ni aspiración que dar a la bestia de mi despreciable persona el forraje que diariamente necesita.

Así dije, si bien no recuerdo si empleé las mismas palabras. ¿Qué es el hombre sin ideal? Nada, absolutamente nada: cosa viva entregada a las eventualidades de los seres extraños y que de todo depende menos de sí misma; existencia que, como el vegetal, no puede escoger en la extensión de lo creado el lugar que más le gusta, y ha de vivir donde la casualidad quiso que brotara, sin iniciativa, sin movimiento, sin deseo ni temor de ir a ninguna parte; ser ignorante de todos los caminos que llevan a mejor paraje, y para quien son iguales todos los días, y lo mismo el ayer que el mañana. El hombre sin ideal es como el mendigo cojo que puesto en medio del camino implora un día y otro la limosna del pasajero. Todos pasan, unos alegres, otros tristes, éstos despacio, aquéllos velozmente, y él sin aspirar a seguirlos, ocúpase tan solo del cuarto que le niegan o del desprecio que le dan. Todos van y vienen, cuál para arriba, cuál para abajo, y él se queda siempre, pues ni tiene piernas para andar, ni tampoco deseos de ir más lejos. Es, pues, la vida un camino donde mucha y diversa gente transita, y sobre cuyos arrecifes y descansos se encuentran también muchos que no andan: éstos según mi entender, son los que no tienen ideal alguno en la tierra, así como aquéllos son los que lo tienen, y van tras él a prisa o con calma, aunque los más antes de llegar suelen hacer alto en la posada de la muerte, donde por lo pronto se acaban los viajes en este camino.”