
Hoy la enésima marca maniobra de la ETA está, sigue, en las instituciones. Se ha apañado con quienes se suponía iban a ser derrotados implacablemente por los demócratas. Nunca pensamos, querida Ana, que implacable se refiriera a la no-placa de Correos, cuya verdadera gravedad radica en su simbolismo: el cruel engaño que supone la componenda con los asesinos, la renuncia a su lisa y llana derrota, la opción gubernamental de asimilarlos entre nosotros. Entre tú y yo. La justicia política debida a las víctimas de esos delitos públicos, como la placa, sencillamente no es. Nos engañaron. Ahora conviene, pues, recordar quiénes apoyaron, justificaron y/o miraron para otro lado en 1983. Y comprobar que hoy llaman al PSN para formar gobierno aludiendo a algo que llaman, falsamente, progresismo; que no es sino inquina separatista manchada en nuestra sangre y enraizada en el racista fanático Arana. Aquéllos, carcundia liberticida, disfrazados de demócratas progresistas sin siquiera mostrar arrepentimiento, pesar, ni deseo de reparación por su apoyo, cuando menos político, a la matanza. ¡Piden la libertad de los asesinos y los equiparan con las víctimas! Me atrevo a lanzar dos peticiones a quienes pueden cerrar un acuerdo de gobierno. La primera es que ese gobierno pueda mirar de frente al verdadero y profundo significado político y ciudadano que encierran las víctimas del terrorismo. La segunda. ¿Será posible de una... buena vez que Navarra declare un día en el año dedicado a la memoria de nuestras víctimas, con contenido cívico político, con acto institucional y participativo? ¿No será esa una pieza justa y necesaria en el imprescindible relato de lo ocurrido que debemos elaborar los demócratas? ¿O dejarán la memoria y el relato de la matanza a la propaganda tibia, equidistante o incluso pro etarra? ¿Hasta cuándo lavarán los políticos su cara en modestos actos promovidos por ciudadanos? De no existir tales ¿nada se haría? Bueno, siempre quedarán los conciertos pro etarras que se descojonan de nuestros muertos; los suyos, señores políticos. ¿No les da vergüenza?