Escapar

<b>Escapar</b>
El 27 de enero de 1979 tu sangre y la lluvia mojaron nuestra acera

19 noviembre 2010

En Bruselas memoria, dignidad y justicia

La audiencia pública -Hearing, lo llaman- de testimonios de víctimas junto a interveniones de distintas personalidades conocedoras del tema terrorista, divididas en tres paneles el día 17 en el Parlamento Europeo en Bruselas, fue magnífica.

Ha tenido alguna repercusión en pocos medios. Para otros sencillamente no ha existido. Medios que antes uno nunca podría imaginar que iban a ocultar a las víctimas en semejante foro. El ambiente político partidario es refractario a estas iniciativas de ciudadanía de las víctimas. Le es más cómoda la víctima a la que agasajar sin que asome por ningún lado nada que evidencie la traición que se va gestando, si no es que ya está gestada, entre ZP y la banda terrorista Eta. Con la inmensa mayoría de medios y todos los partidos, como mínimo, de perfil.

Quienes seguimos diciendo y sufriendo pensamos seguir haciéndolo. Solos. A contrapelo de prácticamente todo. Y creo que el tiempo nos dará la razón. Pero entonces tal vez nos importará muy poco llevar la razón, pues pueda ser demasiado tarde. La impunidad de los asesinos va a ser el evidente gran precio a pagar por las víctimas y parece que nadie quiere ver. Tus víctimas, España anestesiada y negligente.

Mis palabras en el Parlamento Europeo constituyen un episodio más de la promesa de no callar. Mientras uno tenga fuerzas, no callar. ¡EN MI NOMBRE NO! Un beso enorme, querida Teresa.


Bruselas, 17 de noviembre de 2010

Mi intervención en el Parlamento Europeo, dentro del acto organizado por Teresa Jiménez-Becerril, parlamentaria del PPE y víctima del terrorismo, bajo el lema

VÍCTIMAS DEL TERRORISMO: EN BUSCA DE LA MEMORIA, JUSTICIA Y DIGNIDAD


Buenas tardes. Quiero comenzar agradeciendo a este Parlamento el hecho de que se dé hoy aquí voz a ciudadanos europeos víctimas del terrorismo.

Agradezco las palabras de su Presidente, Jerzy Buzek, y las del portavoz del grupo del PPE, Jaime Mayor Oreja. También, y con emoción, las palabras tan llenas de determinación de Mario Mauro. Gracias.

Y agradezco muy especialmente a Teresa Jiménez-Becerril, su afán en la búsqueda de Memoria, Justicia y Dignidad para las víctimas del terrorismo.

También aprovecho la ocasión para saludar al embajador de Venezuela. Señor embajador, haga llegar al Presidente Uribe y al Presidente Santos mi admiración por el bien que han hecho a Colombia frente a las FARC. Sabemos de las conexiones que éstas mantienen con la banda ETA.

Me llamo Salvador Ulayar. Soy un español natural de Navarra, comunidad autónoma limítrofe con la comunidad autónoma del País Vasco. El separatismo vasco en general y la banda terrorista ETA, ansían anexionarse Navarra más otras tres provincias del sur de Francia, para crear un ente mítico totalitario que denominan Euskal Herria y que pretenden independizar.

Tal locura se debe al impulso de un perturbado mental llamado Sabino Arana, que con un par de décadas de adelanto sobre Adolfo Hitler, proclamaba atroces ideas racistas, perfectamente homologables con las del nazismo. Semejante personaje alumbró el separatismo vasco.

La banda terrorista ETA ha asesinado a más de 850 personas: ciudadanos y ciudadanas corrientes, fiscales, policías, políticos, militares, niños... La primera víctima se llamaba Begoña Urroz y era un bebé. Han dejado miles de heridos e implantado la dictadura del terror en el País Vasco y Navarra, ahogando las libertades y la democracia, de acuerdo con los dictados del citado Sabino Arana, un loco.

Nuestra democracia les ha dado la espalda en las urnas una y otra vez. Porque, aunque cueste creerlo, en España la banda terrorista ETA ha venido teniendo brazos políticos legales en las instituciones democráticas, nutriéndose de dinero para sus fines criminales. Tal aberración, aunque en menor medida, hoy persiste. Con una mano votan y condicionan la vida política y ciudadana; con la otra mano empuñan la pistola para condicionar esa misma vida política y ciudadana. ¿Hay derecho a esto?

Y miren, en España no existe un conflicto entre dos bandos enfrentados. Quien les hable del manoseado “conflicto vasco” sencillamente les está mintiendo o ignora la verdad. No hay ni hubo ninguna ocupación de ningún pueblo. No hay terroristas de un lado y del otro lado que se han matado y que haya que reconciliar y pacificar.

España es una nación democrática europea defendiéndose de una banda asesina que pretende por las armas lo que las urnas nunca le han concedido. Nuestros votos nunca han cedido a sus aspiraciones criminales.

Por otra parte, los partidos separatistas vascos siempre han actuado de manera cómplice. Tras un discurso pretendidamente democrático -y a veces ni eso- históricamente se han opuesto sistemáticamente a modificaciones legales o medidas políticas que mejoraran la efectividad de la lucha antiterrorista.

Esos partidos practican un descarado juego ventajista. Y han venido recogiendo réditos políticos a costa del amedrentamiento de buena parte de la población, del asesinato del discrepante y del oponente político. ¡Y ello a cientos!

El pueblo navarro del que procedo se llama Echarri Aranaz, fronterizo con la Comunicad Autónoma Vasca. Azotado por la violencia y el miedo impuesto por la banda ETA y la complacencia de los partidos separatistas vascos. Una sociedad modelada por el terror, donde la democracia y la libertad nunca han podido implantarse mínimamente.

Mi padre, Jesús Ulayar, era un hombre de talante abierto y cordial. Muy conocido en la zona, vivía modestamente de su pequeño negocio. Discrepaba del nacionalismo separatista. Creyó en su libertad y en la de los demás y por ello no ocultaba su pensamiento político.

Lo manifestaba abiertamente en aquel pueblecito de 2.300 habitantes. No calló su voz ciudadana. Por eso lo mataron, para callar la suya y por efecto del miedo, la de tantos conciudadanos a lo largo de los pueblos de aquel precioso valle navarro. Y es que corría el rumor de que mi padre podría llegar a presentarse a las elecciones municipales de 1979. Conque la banda ETA decidió eliminar toda posibilidad de que aquel odioso españolista las ganara.

A mis trece años de edad vivía con mis padres (Jesús y Rosa) y mis tres hermanos (Jesús, José Ignacio y Mª Nieves). El sábado 27 de enero de 1979 fue un día bastante frío. Era bien oscura la noche a las ocho de la tarde. Me encontraba en casa viendo la televisión. Ponían una serie llamada “Érase una vez el hombre” que me encantaba.

Mi padre llegó en ese momento y se asomó al cuarto de estar. Nos saludamos y le recordé que se había acabado el combustible para la calefacción. Así que me pidió que le acompañara a cargar un bidón que íbamos a llenar en la gasolinera de un pueblo cercano.

Fuimos al garaje de casa y cogimos entre los dos aquel bidón vacío. Nos dirigimos hacia nuestra furgoneta, aparcada frente a la puerta de la casa familiar. En cuanto llegamos al vehículo y antes de que mi padre pudiera abrirlo, vi llegar a un encapuchado.

Se paró a dos metros de nosotros, con las piernas separadas, y le apuntó con aquella pistola negra, mate, sin brillo. Antes de que sonaran los disparos, en aquella milésima de segundo, llegué a pensar: "Me he quedado sin padre". Primero fueron tres tiros muy seguidos y luego otros dos. Mi padre cayó fulminado a mis pies.

Yo salí corriendo aterrado, pues creía que el encapuchado también me iba a disparar a mí. Muchos podrían pensar que esto era exagerado, pero díganselo a aquel chaval de trece años. Les aseguro que temí ser matado. Doblé la esquina de nuestra casa y me encontré con mi madre que se encontraba cerrando la puerta del garaje: «Nos hemos quedado sin padre» le dije. Ella había oído las detonaciones y corrió alarmada hacia su marido.

Seguidamente corrí en la dirección a donde habían escapado el asesino y su cómplice. Huyeron en un coche. Les seguí, hasta que doblaron por una calle. En aquel momento de impotencia aplastante supe que ya no podía hacer nada. Salvo gritar desesperadamente.

Mi hermana María Nieves, tenía 16 años y se encontraba junto a la ventana de la cocina. Salió aterrada. La recuerdo con mi desolada madre junto al cuerpo inerte de aquel hombre bueno, tendido sobre el charco de su sangre.

Tiraba de uno de los brazos de aquel cuerpo exánime, al tiempo que le gritaba con desesperación “despiértate, despiértate". Chillaba y daba alaridos con todas sus fuerzas como si de ese modo pudiese salir de aquella pesadilla.

El terrorista que disparó aquellos cinco tiros se llama Vicente Nazábal. Tras diecisiete años de cárcel, a pesar de que la condena era muy superior, salió libre y se conduce desafiante por las mismas calles que piso yo. Mi madre, mis hermanos y yo mismo hemos padecido varios encuentros con quien mató a nuestro padre. Lejos de mostrar algún arrepentimiento nos ha insultado e incluso agredido físicamente. Como lo oyen.

Es compañero de despacho de un destacado dirigente separatista llamado Patxi Zabaleta, quien fuera fundador de la organización terrorista Herri Batasuna, brazo de la banda ETA. El tal Zabaleta tampoco muestra arrepentimiento alguno.

Los crímenes de la banda ETA son delitos públicos, pues pretenden quebrantar la convivencia y las libertades públicas para forzar la voluntad de la Nación. Tales crímenes exigen una justicia política, que va más allá del código penal, que diga claramente que los terroristas no pueden ser uno más en el espacio social y político.

Díganme ustedes si hay un mínimo de justicia en el reclamo que hacen algunos de una negociación entre un Estado y una banda de asesinos. Insisto, en España no hay dos bandas enfrentadas entre las que mediar, no ha existido una ocupación ni un pueblo sojuzgado.

Al sur del continente existe una hermosa nación europea que se defiende de los ataques asesinos de una banda terrorista llamada ETA, que mata a impulsos de las ideas de un perturbado racista.

Cuando a ustedes, señoras y señores, les hablen del tan manoseado “conflicto vasco”, de que hay que dar una salida a esa banda terrorista de pistoleros con brazo político, recuerden la historia de Jesús Ulayar. La historia de un hombre inocente y bueno y por qué yacía muerto a mis pies aquella noche de 1979. Y como esta historia tantísimas más.

Sólo pedimos Memoria, Dignidad y Justicia.

Gracias.