Escapar

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El 27 de enero de 1979 tu sangre y la lluvia mojaron nuestra acera

12 agosto 2010

El nacionalismo como idolatría

Por recomendación de un buen amigo acabo de leer Ensayo sobre los orígenes del cristianismo del teólogo vasco Rafael Aguirre. (Editorial Verbo Divino, 2001).

Yo soy, como mejor o peor puedo, cristiano. Muy mejorable, desde luego. Pero contento. Así que cada poco tengo peleíta con el pertinaz ateo que vive en mí y ando buscando a Dios. El caso es que como este blog suele ir sobre todo de "la cosa", he querido pegar aquí una porción del capítulo La fe en Dios como libertad y concretamente el párrafo final de su epígrafe Llamada contra la idolatría. Disfrútenlo.

"En Europa florecen con fuerza diversos nacionalismos. No es cuestión de analizar ahora tan complejo problema, en el que junto a legítimas reivindicaciones grupales se esconden también corporativismos insolidarios y exacerbaciones ideológicas muy peligrosas. Pero es claro que el propio grupo -y, concretamente, la propia patria o nación- es una de las realidades más fácilmente idolatradas. Además provoca un culto cuya estructura religiosa aparece con singular claridad: las emociones que suscita, las liturgias, la entrega de la vida, la división entre fieles e infieles. Escribo en un país en el que algunos matan en nombre de la patria, donde hay gente que considera héroes a los asesinos y, cuando alguno de éstos muere, no son pocos los que le consideran mártir. Para algunos, la patria se ha convertido en un valor absoluto, que ocupa el lugar de Dios, exige la entrega de la propia vida y, por supuesto, la de los demás. Creo que no basta con condenar los crímenes del terrorismo ni son suficientes consideraciones morales a la luz del valor de toda vida humana. Es necesario también realizar un crítica ideológica, a la luz del reconocimiento de Dios como único Señor, de un nacionalismo absolutizado y, por tanto, convertido en ídolo de muerte."

Evidentemente este ensayo de Rafael Aguirre no está dedicado a "la cosa" que refería más arriba. Pero lleva anidadas estas líneas sobre los nacionalismos que un creyente sincero y reflexivo no puede obviar ni olvidar. Idolatría, tú.