Me llama un conocido de la canallesca de papel. Se dedica a la sección de la cosa, esa que mayormente me ocupa en estos mis pagos cibernéticos. El hombre pasa por ser un tipo bastante bien informado. Ya saben que en este tema tan así –como en tantos– hay enteraos por docenas. Bueno, pues este no es un enterao sino un currante que está muy encima. Hemos conversado sobre la vergüenza de las plazas y vías públicas dedicadas a etarras. Adivinen mi posición…¡exacto! Es difícil equivocarse conmigo.
Hemos rematado la parte de las calles con las dedicadas a etarras de los primeros tiempos, los etarras con motivos “antifranquistas”, me ha dicho. Me preguntaba si yo también descolgaría las placas de esas calles. Lo tengo muy claro. “Mira, Eta no mató a Carrero Blanco de un bombazo, ni al guardia civil de tráfico José Ángel Pardines de cinco tiros mientras comprobaba la matrícula de un 850, para desalojar a Franco y buscar nuestra libertad, sino para atemorizarnos y cargarse España. Da igual qué gobierno o jefe de estado la rija, ni si con dictadura o democracia. Anda, cuenta las víctimas que se han llevado por delante estos cabrones tras la muerte de Franco.”
Luego hemos derivado a la negociación y la actual situación tras el puñetero proceso. Mi comunicante es partidario de la negociación. Sostiene que debe hacerse de manera conocida y pública, no a lo ZP. Que a oscuras los malos siempre tienen las de ganar. En esta última apreciación no le falta razón, desde luego, pero en lo demás se la quito todita. Si tú ves que esta gentuza se sienta a negociar con luz y taquígrafos, sin más capacidad de maniobra, debes correr al río a comprobar que las ranas han criado pelo. Si los batracios siguen calvos, debes concluir que los de la capucha están absolutamente derrotados. Así que para qué negociar. Nada, al trullo. Como debe ser. Al enemigo de la democracia ni agua. El Estado de Derecho debe ser igual para todos. Lo demás es la selva y negarnos como ciudadanos. No hemos abundado en el tema para no discutir, que no tenía gana.
Pero vaya, que me dice que cuentan que ZP está muy enfadado, pero mucho, con sus contertulios. Y no es que el presidente se haya pluriempleado de tertuliano en las matinales de Federico, que no. Hablo de los contertulios capuchinos, los del proceso de marras. No es de extrañar el enfado monclovita por el resultado del fregado indecente de simulaciones y falsedades que ha supuesto la negociación y que arroja tan triste balance: desunión, gresca nacional y seis muertos más. Ha salido carísima la irresponsabilidad zapateril. Ahora que, para enfado el mío, señor Rodríguez Zapatero, que los de la AVT hemos avisado y protestado desde el primer minuto y su respuesta ha sido soltarnos los perros sin contemplaciones.
Mi interlocutor define al presidente como un iluso que no sabía dónde se metía. No es la primera vez que me lo dice. Suele parar ahí en el juicio sobre lo zapaterino y omite cualquier condena al resto de la ejecutoria en los apaños. Y oye amigo, que ha habido bastante más que una ingenuidad por parte de ZP. Cualquier lector que haya vivido últimamente en este mundo sabe de los lares por donde se ha movido don José Luis a cuenta de la Eta y la paz de la mandanga. Por salud espiritual, no haré nuevamente el tedioso ejercicio de enumerarlos. El caso es que este periodista, afín al socialismo, suele pasar por alto las maldades del presidente. Pero ahí no trago ni tragaré. Porque con lo del iluso colamos la ingenuidad y con la ingenuidad la buena intención del personaje. Y como ciudadano víctima del terrorismo, eso de que me engañen, difamen y acosen desde la buena intención, es decir, por mi propio bien y con cargo a mis muertos, me parece una dolorosa tomadura de pelo. Es que esas ingenuidades de ZP han cursado con taimada meditación. Aún las llevo clavadas en la espalda.
Hemos rematado la parte de las calles con las dedicadas a etarras de los primeros tiempos, los etarras con motivos “antifranquistas”, me ha dicho. Me preguntaba si yo también descolgaría las placas de esas calles. Lo tengo muy claro. “Mira, Eta no mató a Carrero Blanco de un bombazo, ni al guardia civil de tráfico José Ángel Pardines de cinco tiros mientras comprobaba la matrícula de un 850, para desalojar a Franco y buscar nuestra libertad, sino para atemorizarnos y cargarse España. Da igual qué gobierno o jefe de estado la rija, ni si con dictadura o democracia. Anda, cuenta las víctimas que se han llevado por delante estos cabrones tras la muerte de Franco.”
Luego hemos derivado a la negociación y la actual situación tras el puñetero proceso. Mi comunicante es partidario de la negociación. Sostiene que debe hacerse de manera conocida y pública, no a lo ZP. Que a oscuras los malos siempre tienen las de ganar. En esta última apreciación no le falta razón, desde luego, pero en lo demás se la quito todita. Si tú ves que esta gentuza se sienta a negociar con luz y taquígrafos, sin más capacidad de maniobra, debes correr al río a comprobar que las ranas han criado pelo. Si los batracios siguen calvos, debes concluir que los de la capucha están absolutamente derrotados. Así que para qué negociar. Nada, al trullo. Como debe ser. Al enemigo de la democracia ni agua. El Estado de Derecho debe ser igual para todos. Lo demás es la selva y negarnos como ciudadanos. No hemos abundado en el tema para no discutir, que no tenía gana.
Pero vaya, que me dice que cuentan que ZP está muy enfadado, pero mucho, con sus contertulios. Y no es que el presidente se haya pluriempleado de tertuliano en las matinales de Federico, que no. Hablo de los contertulios capuchinos, los del proceso de marras. No es de extrañar el enfado monclovita por el resultado del fregado indecente de simulaciones y falsedades que ha supuesto la negociación y que arroja tan triste balance: desunión, gresca nacional y seis muertos más. Ha salido carísima la irresponsabilidad zapateril. Ahora que, para enfado el mío, señor Rodríguez Zapatero, que los de la AVT hemos avisado y protestado desde el primer minuto y su respuesta ha sido soltarnos los perros sin contemplaciones.
Mi interlocutor define al presidente como un iluso que no sabía dónde se metía. No es la primera vez que me lo dice. Suele parar ahí en el juicio sobre lo zapaterino y omite cualquier condena al resto de la ejecutoria en los apaños. Y oye amigo, que ha habido bastante más que una ingenuidad por parte de ZP. Cualquier lector que haya vivido últimamente en este mundo sabe de los lares por donde se ha movido don José Luis a cuenta de la Eta y la paz de la mandanga. Por salud espiritual, no haré nuevamente el tedioso ejercicio de enumerarlos. El caso es que este periodista, afín al socialismo, suele pasar por alto las maldades del presidente. Pero ahí no trago ni tragaré. Porque con lo del iluso colamos la ingenuidad y con la ingenuidad la buena intención del personaje. Y como ciudadano víctima del terrorismo, eso de que me engañen, difamen y acosen desde la buena intención, es decir, por mi propio bien y con cargo a mis muertos, me parece una dolorosa tomadura de pelo. Es que esas ingenuidades de ZP han cursado con taimada meditación. Aún las llevo clavadas en la espalda.