Patxi López aprovechó la capilla ardiente de Isaías Carrasco para abroncar a Rajoy. El motivo eran las acusaciones que les ha lanzado el popular en el terreno de la negociación y las víctimas. Pero esas acusaciones, antes que del gallego, proceden de víctimas del terrorismo socialistas. El calamitoso proceso se ha caracterizado por las ocultaciones y deslealtades de la acreditada firma Eguiguren, López, Zapatero y Cía.
Últimamente Zapatero hace declaraciones ambivalentes como “de nada se puede hablar, absolutamente de nada y con nadie, con violencia”. Recuerdo aquello de “primero la paz, luego la política” en la que la “paz” se suponía en los términos de la declaración del Congreso de mayo de 2005: voluntad inequívoca de abandonar las armas. Pero desde la quema de la ferretería de Barañain hasta más allá de la salvajada de Barajas, lo evidente fue la inequívoca voluntad de la banda de no abandonar las armas. ZP sorteó el inconveniente con el sencillo argumento de los “accidentes” cuando no con la vista gorda. Desolador recuento de daños: seis asesinados, la continuidad en la atemorización social, destrucción de la unidad de los grandes partidos y esta desalentadora constatación: pueden discutirnos los del proceso si Eta se encuentra disminuida o no en su operatividad asesina respecto a 2004, pero no su responsabilidad en el aumento de la capacidad de intervención de la banda en nuestra vida política, aspecto particularmente grave. Las víctimas y la tenacidad de la resistencia democrática no se lo merecen. Pero los del proceso, como en el cuento, cantaron las excelencias del, por inexistente, invisible vestido real. Y pobrecito el que osara decir la incómoda verdad: el rey está desnudo, el proceso es un burdo engaño.
Zapatero se ha plantado en la campaña electoral rechazando -se supone- la negociación e inicia un segundo mandato. Tras ignorar décadas de experiencia en la lucha antiterrorista, este Adán político debiera explicar con alguna solvencia por qué antes debió negociar y ahora no lo hará. Dados sus antecedentes deberá contrastar nítidamente sus afirmaciones con sus hechos. Pero vaya, que con los López y Eguiguren donde siempre, es de temer la vuelta a las andadas. En Mondragón, tras la desabrida actitud de López con Rajoy, un conciliador militante socialista se acercó al popular. Le dijo que negociando no pasarían cosas como el asesinato de Isaías Carrasco. Y acababan de matarlo, como a otros cinco, en un proceso negociador de nefasto balance, como va dicho. ¿De dónde sacan algunos, con lo que ha llovido estas décadas, tan terca ceguera?
No escuchamos bronca de López a IU, socia de ANV en Mondragón, cuya presencia en aquel ayuntamiento debemos a ZP. Tampoco a los nacionalistas, opuestos a cualquier cambio legal y político que apriete las tuercas al terrorismo: ley de partidos, Pacto Antiterrorista... Buena muestra de su espíritu para con las víctimas son los estatutos de Aralar, buque insignia de Na Bai. Allí se dice que la normalización democrática ”...debería conllevar, además de la amnistía de los presos/as, una indemnización a todos los afectados por el conflicto de uno y otro lado. Tras este asesinato la señora Barkos decía que había que plantar cara a Eta a pie de urna. Claro, votando a Na Bai que propugna la amnistía y la compensación económica para los etarras. A la formación del siniestro Zabaleta, fundador de la organización terrorista HB y por tanto gran amigo de las víctimas de Eta. Sarcástico.
En Mondragón Patxi López y la plana mayor negociadora, los que no rinden explicación alguna por su insensatez y deslealtad, decidieron emprender frente a Rajoy la mejor defensa: un ataque corpore insepulto.