Escapar

<b>Escapar</b>
El 27 de enero de 1979 tu sangre y la lluvia mojaron nuestra acera

24 marzo 2008

Erre que erre


Por lo visto Zapatero sigue en sus trece. Eguiguren ha concedido una entrevista a El Correo. Allí nos cuenta por qué la negociación no llegó a buen puerto: Eta no ha asumido que ha llegado la hora de acabar. Pobrecitos míos, le ha faltado apostillar. Pero que tranquilos, que aquí está el tío Eguiguren para cuando os decidáis a acabar, que la silla de Loyola la tenemos a buen recaudo. Es decir, que el Estado de Derecho ha de esperar a que esa gentuza se decida. El equipo mediático habitual de ZP nos suele colocar el mensaje de que Eta está terminada. Pero, eso sí, la solución sigue pasando por negociar… ¿qué? pregunto yo. Algo no cuadra en esa lógica del demonio: están vencidos por tanto negociemos. Aunque para ello dividamos el país y los pistoleros vuelvan a las instituciones para que hagan lo que les plazca con la pasta del contribuyente.

Hay a quien no le repugna mucho la idea de financiar con cargo al presupuesto las balas que cualquiera podríamos terminar albergando en nuestro cráneo. La familia Ordóñez fue zaherida por los filoetarras de modo minuciosamente cruel: les reclamaban la devolución de la bala con la que habían matado a Gregorio. Bueno, ahora pueden comprar muchas, con lo que es de esperar que no pidan más devoluciones. Y aquí el cáncer de la lógica esa del demonio: la legitimación de Eta. Parece que los tipos de la negociación, ZP, albergan alguna reserva mental respecto de las bases sobre las que supuestamente cimientan su posición de gobierno de la nación: la defensa del Estado de Derecho de nuestra Nación. La única, la española, la de la Constitución. Pero eso es un concepto discutido y discutible ¿recuerdan? Pues por ahí. Hacer aterrizar a Eta en ese proyecto de otra España que acaricia Zapatero. Así pues, se empeña en continuar suministrando esperanza a la bestia.

La esperanza, clave para la pervivencia; también para la pervivencia de la banda. Mientras haya quien esté dispuesto a negociar -incluso con declaración ad hoc del Congreso- y además a repetirlo en los medios de comunicación, los matarifes nunca tendrán prisa por desaparecer, puesto que tienen la expectativa de percibir una retribución por dejar de matarnos. De lo contrario ya se ocuparía ZP de dejárselo a los terroristas más claro que el caldo de un asilo. Y no suele ser así, porque tras afirmaciones campanudas sobre la imposibilidad de negociar con violencia suelen llegar los hechos. Los últimos estas declaraciones de Eguiguren, porque en política las declaraciones son hechos. Eta coloca otro muerto sobre la mesa en Mondragón y un coche bomba en Calahorra. ¿Respuesta gubernamental? Vuelta a la lógica del demonio: Eguiguren, es decir, Zapatero, sale a los medios -de comunicación- a decirles por nuestros muertos que negociará. Respuesta digna de malvados y de ingenuos, nunca de un demócrata que, al menos, persiga no debilitar la posición frente a los matarifes.

Es sabido que Eguiguren, o sea Zapatero, es partidario de negociar con las pistolas humeantes sobre la mesa. Cosa detestable para el ciudadano de un país civilizado, en el que se confía al estado el monopolio de la violencia, con lo que cualquiera que se salte ese requisito nunca obtendrá mejor trato que una banda de pederastas o maltratadores domésticos.

Cuando en algún funeral me ha tocado portear el féretro, el olor del barniz ha permanecido pegado en mi nariz durante semanas, como uno de mis principales recuerdos sensoriales del luctuoso trance. ¿Habría pillado Eguiguren un catarro en Mondragón?