El objetivo del nacionalismo vasco es la consecución de la mítica Euskalerria. Esto es: la separación de Navarra y el País Vasco del resto de España. ¿Razón? Ninguna. ¿Razones? La de la sentimentalidad totalitaria de Sabino Arana, según la cual España ha sojuzgado y oprimido al pueblo vasco por los siglos de los siglos amén. Ese pueblo vasco con una supuesta conciencia nacional -Euskalerria- que sin problema ha vivido separado, repartiéndose entre distintos reinos, guerreando entre sí. Ese pueblo que ha dado a España conquistadores, militares, políticos y empresarios de renombre y apellidos vascos, que han engrandecido el nombre de la nación dentro y fuera de la piel de toro. Curioso ese pueblo que, sojuzgado, resulta que, andando los siglos, aporta tantos nombres a las élites de la nación española y que hoy se encuentra entre las regiones económicamente más prósperas. En fin, las mentiras del nacionalismo, las “razones” de Eta para matar, entre otros muchos españoles, a los vascos que no profesamos la religión sabiniana.
Eta se ha llevado por delante las vida de 850 ciudadanos y ha ocasionados miles de heridos y amenazados, amén de innumerables personas que han tenido que salir por partas del País Vasco y Navarra. Durante las décadas de matanza, los nacionalistas que, no lo olvidemos, comparten objetivos con los matarifes, no han tenido el más mínimo rasgo de decencia optando por lo único por lo que puede optar un demócrata: mientras el asesinato y la amenaza persistan, no hay legitimidad que ampare las aspiraciones separatistas. Así de claro. Ellos, con grandes dosis de cinismo, suelen argumentar que Eta no debe ser freno a sus aspiraciones, las del mito: la Euskalerria independiente. Si los demás les compráramos ese argumento, inmediatamente debemos reclamarles todas las nueces que han recolectado desde la transición. Por ejemplo, toda la ventaja que supone hacer política a tus anchas, macerando y ahormando la sociedad al gusto nacionalista, porque los adversarios políticos -esos odiosos españolistas- están amenazados, acosados, asesinados o huidos; sin capacidad de hacer política normalmente, sin poder ocupar el espacio público. Pero los nacionalistas de toda laya lo han venido disfrutando y aprovechando. A esos tipos, les importa bastante poco que maten a su vecino o que no le dejen vivir, con tal que sea por Euskalerria. Y en los matarifes, tanto de la pistola como sus colegas del escaño, se apoya Ibarretxe para llevar adelante su plan y su consulta ilegal e inmoral. Es decir, Ibarretxe se encarama sobre los muertos -nuestros muertos- que le proporciona Eta y con la ayuda de los votos que también le proporciona Eta en el parlamento.
Y dice el tío que es una consulta democrática, cuando en el País Vasco no existen las mínimas condiciones exigibles para que haya siquiera algo que se pueda asemejar a la libertad. Lo que hay es miedo a espuertas. Oiga, derrotemos a Eta, luego denme 30 años de libertad y entonces hablamos de lo que hay. Pero el nacionalismo no quiere eso. Sabe que con más libertad está perdido. Necesita de la amenaza terrorista para sobrevivir como hasta ahora. Al comienzo de esta cosa de Ibarretxe, el presidente autónomo decía que se haría la consulta en condiciones de “ausencia de violencia”. Cosa ya absolutamente intolerable: no exigía libertad, condición indispensable. Pero ni siquiera se para ahora en lo de la “violencia”, no terrorismo, que suena muy fuerte. Resumiendo: Ibarretxe, el nacionalismo vasco, suelta lágrimas de cocodrilo cuando hay un asesinato, pero a renglón seguido se aprovecha de ello, sobrevive con ello. Menudos tipejos los juanjoibarretxes, madrazollamazares y demás patulea independentista. Y detrás de ese plan secesionista y su consulta, que sólo existe porque Eta ha puesto 850 muertos sobre la mesa, llegará Zp con la reforma del estatuto del País Vasco, igualmente heredero de esos asesinatos y no de la libre elección de los ciudadanos. Se haga lo que se haga, lo de Ibarretxe o lo de ZP, se habrá pagado un enorme precio político a Eta, al nacionalismo en general. Lo uno y lo otro es un postrer tiro sobre las tumbas de las víctimas, sepulcros así, de la nación española de personas libres e iguales; el bien a proteger porque nos hace ciudadanos. Nación que a Zp le da exactamente igual. No hay más nación que el poder y el partido.
Eta se ha llevado por delante las vida de 850 ciudadanos y ha ocasionados miles de heridos y amenazados, amén de innumerables personas que han tenido que salir por partas del País Vasco y Navarra. Durante las décadas de matanza, los nacionalistas que, no lo olvidemos, comparten objetivos con los matarifes, no han tenido el más mínimo rasgo de decencia optando por lo único por lo que puede optar un demócrata: mientras el asesinato y la amenaza persistan, no hay legitimidad que ampare las aspiraciones separatistas. Así de claro. Ellos, con grandes dosis de cinismo, suelen argumentar que Eta no debe ser freno a sus aspiraciones, las del mito: la Euskalerria independiente. Si los demás les compráramos ese argumento, inmediatamente debemos reclamarles todas las nueces que han recolectado desde la transición. Por ejemplo, toda la ventaja que supone hacer política a tus anchas, macerando y ahormando la sociedad al gusto nacionalista, porque los adversarios políticos -esos odiosos españolistas- están amenazados, acosados, asesinados o huidos; sin capacidad de hacer política normalmente, sin poder ocupar el espacio público. Pero los nacionalistas de toda laya lo han venido disfrutando y aprovechando. A esos tipos, les importa bastante poco que maten a su vecino o que no le dejen vivir, con tal que sea por Euskalerria. Y en los matarifes, tanto de la pistola como sus colegas del escaño, se apoya Ibarretxe para llevar adelante su plan y su consulta ilegal e inmoral. Es decir, Ibarretxe se encarama sobre los muertos -nuestros muertos- que le proporciona Eta y con la ayuda de los votos que también le proporciona Eta en el parlamento.
Y dice el tío que es una consulta democrática, cuando en el País Vasco no existen las mínimas condiciones exigibles para que haya siquiera algo que se pueda asemejar a la libertad. Lo que hay es miedo a espuertas. Oiga, derrotemos a Eta, luego denme 30 años de libertad y entonces hablamos de lo que hay. Pero el nacionalismo no quiere eso. Sabe que con más libertad está perdido. Necesita de la amenaza terrorista para sobrevivir como hasta ahora. Al comienzo de esta cosa de Ibarretxe, el presidente autónomo decía que se haría la consulta en condiciones de “ausencia de violencia”. Cosa ya absolutamente intolerable: no exigía libertad, condición indispensable. Pero ni siquiera se para ahora en lo de la “violencia”, no terrorismo, que suena muy fuerte. Resumiendo: Ibarretxe, el nacionalismo vasco, suelta lágrimas de cocodrilo cuando hay un asesinato, pero a renglón seguido se aprovecha de ello, sobrevive con ello. Menudos tipejos los juanjoibarretxes, madrazollamazares y demás patulea independentista. Y detrás de ese plan secesionista y su consulta, que sólo existe porque Eta ha puesto 850 muertos sobre la mesa, llegará Zp con la reforma del estatuto del País Vasco, igualmente heredero de esos asesinatos y no de la libre elección de los ciudadanos. Se haga lo que se haga, lo de Ibarretxe o lo de ZP, se habrá pagado un enorme precio político a Eta, al nacionalismo en general. Lo uno y lo otro es un postrer tiro sobre las tumbas de las víctimas, sepulcros así, de la nación española de personas libres e iguales; el bien a proteger porque nos hace ciudadanos. Nación que a Zp le da exactamente igual. No hay más nación que el poder y el partido.