Ustedes,
todos ustedes, son víctimas del terrorismo. Es verdad que las que
comúnmente conocemos como víctimas del terrorismo son personas que
han sufrido directamente un atentado, así como sus familiares más
próximos: viudas, huérfanos, padres, hermanos, etc. Pero es preciso
aclarar que los españoles en general somos víctimas del terrorismo.
Incluso aquellos que no lo saben. Así que a todos nos concierne la
tarea de no callar ante el engaño en este terreno. La vida de
nuestra nación -todos nosotros en convivencia- ha sido sangrienta y
dolorosamente condicionada por los ataques del terror a lo largo de
estas últimas décadas.
Muy
especialmente en el País Vasco y Navarra. La democracia nunca llegó
allí en el mínimo grado exigible. Desde el inicio, los separatistas
y el terror ocuparon el espacio público a sus anchas, mientras los
odiosos españolistas éramos arrinconados, coaccionados y asesinados
ante una gran inacción de instituciones, partidos democráticos y la
sociedad en general.
Todos
los asesinados lo fueron con el objetivo de atacar nuestra nación,
nuestra democracia y nuestra libertad. Además, muchas víctimas
fueron matadas o heridas porque defendieron valiente y abnegadamente
la nación, la libertad, nuestro sistema de convivencia y sus
instituciones. En demasiadas ocasiones vivieron y murieron aquellos
terribles años de plomo totalmente desasistidas por esas mismas
instituciones que defendían.
Tal
situación permitió que la sociedad en el País Vasco y Navarra
viviera bajo una bota terrorista que la ha ido ahormando. Y en ello
ha participado el llamado nacionalismo moderado mirando para otro
lado, al tiempo que aprovechaba la sangrienta coyuntura para ocupar
el espacio público político que dejaban sus oponentes eliminados
por la banda terrorista ETA, que los atemorizaba y mataba, con toda
comodidad, cuando y como quería.
En
ese ambiente opresivo y atroz, muchos hijos del nacionalismo vasco
dizque moderado dieron en ser batasunos, proetarras, cuando no
pistoleros. Así mismo, muchos hijos de quienes no eran separatistas
ni nacionalistas terminaron por cruzar la raya pasando al rebaño
separatista; posición mucho más cómoda en esa sociedad dominada
por el euskonazismo en cuyas calles, escuelas, bares, empresas,
plazas o supermercados, no se podía opinar ni hablar de política,
cultura o de casi cualquier tema libremente. Hablar demasiado de
manera inconveniente representaba un riesgo cierto de muerte civil e
incluso física.
Así,
el único discurso era el separatista. De ese modo, a lo largo de los
años, el voto a los partidos españolistas se ha ido reduciendo
dramáticamente. A tiros, exactamente. Tal fue el caso de nuestra
familia, de mi padre, Jesús Ulayar, en nuestro pueblo navarro de
Echarri Aranaz. A mi padre lo mataron porque la ETA temió que
presentara su candidatura a las elecciones municipales de 1979: tenía
posibilidades de hacerse con la alcaldía. Tras su asesinato en aquel
contorno de pueblos solo ha existido con normalidad el discurso
separatista. Hoy persiste el miedo y es mejor callar o asentir ante
los bárbaros que ahora dicen arrojar la capucha para volver a
disfrazarse de políticos.
Hay
muchos lugares enseñoreados por los matones batasunos, que vuelven a
estar legalizados y en las instituciones, sin arrepentimiento alguno
y expresando orgullo por haber jalonado los años de la democracia
con los cadáveres de los nuestros: más de 850 españoles. Cuando el
ministro del Interior y demás políticos hablan de la ETA derrotada,
no hacen sino abundar en el engaño de la ETA buena y la ETA mala.
Los políticos en general, no todos, nos están colando claudicación
por paz: falsa paz, digámoslo una y mil veces quienes nunca hemos
estado en una guerra: no ha habido dos bandos, sino un estado
obligado a defender a la nación de los ataques terroristas.
La
negociación es una historia infame de legitimación del tiro y la
bomba como herramienta política. Se ha llegado a la claudicación,
se le ha dado poder al terror a cambio de que digan que no nos matan.
¿Para qué iban a matar si con las facilidades que se les ha dado
están obteniendo óptimos resultados? Amigos, la banda sigue
dominando desde la legalidad que les han obsequiado nuestros
políticos aquellos pueblos y ciudades que tomaron mediante bombas y
tiros sin cuento. Donde muchos hemos vivido y sufrido a chorro, donde
hemos dejado a los nuestros tendidos a tiros sobre el charco de su
sangre. Donde nos han perseguido antes, durante y después del
asesinato por ser y decirnos españoles libres.
Durante
más de tres décadas, tras cada uno de los cientos de asesinatos de
la ETA, he escuchado la misma cantinela de nuestros representantes
políticos e institucionales, muy especialmente dirigida a nosotras,
las víctimas. Cientos de veces nos repitieron que debíamos
aguantar, comportarnos como demócratas y confiar en que el Estado de
Derecho iba a derrotar a la banda, al tiempo que nos ampararía. Y lo
hicimos, necesitábamos confiar. Bien, ¿esta es la derrota que nos
prometieron nuestros políticos? ¿La de la banda asesina instalada
en una fortaleza institucional y política que jamás habría soñado
hasta no hace tanto?
Parece
que muchos están dispuestos a olvidarse de nuestra libertad robada a
tiros y miedo, de que nuestras tierras fueron arrasadas de nazismo
vasco por quienes ahora son presentados como demócratas: se olvidan
de nuestros muertos. Y no hablo de mera sentimentalidad, sino de lo
que es mucho más importante: de su significación cívica y
política. Porque no fueron víctimas de la fatalidad, sino de ese
frente separatista cuya punta de lanza es la banda terrorista ETA. Ya
saben: los que agitan el árbol, sumados a los que recolectan las
nueces, los separatistas dizque democráticos, que nunca lo han sido.
Pero
resulta que los compañeros de la ETA en ese frente son mirados como
posibles aliados políticos. Por otra parte, miembros de la
franquicia etarra AMAIUR han sido recibidos entre risitas por el
señor Basagoiti en su sede de Bilbao. Uno de ellos, Zabaleta, es
fundador de la organización terrorista Herri Batasuna y compañero
de despacho del asesino de mi padre, que nunca ha mostrado un mínimo
arrepentimiento, al contrario. Nos quieren decir que quienes nunca
han estado del lado de las víctimas y de la justicia, sino todo lo
contrario, ahora deben estar entre nosotros de igual a igual, como si
nada: pelillos a la mar. Pero ese frente separatista totalitario se
viene rebozando en el barro de una tierra empapada con nuestra sangre
durante décadas y, gracias al apaño con la banda,como ya he dicho,
tiene más poder del que nunca había soñado.
A
las víctimas que somos críticas con la actuación de este gobierno
y del anterior se nos ha insultado desde el poder. La última vez lo
hizo el señor Oyarzábal, hace pocas fechas. Descendiendo el último
peldaño de la infamia, nos llamó ultras. Me llamó ultra. Ello con
el aval de los responsables de su partido, pues ni han sido capaz de
destituirlo de su cargo ni de exigirle que presente disculpas. El
partido me insulta y yo le pregunto el porqué. Tiempo ha tenido para
rectificar pero prefiere callar. La cobardía y el desprecio con que
se han conducido tanto el señor Oyarzábal como quienes le sostienen
en el cargo es evidente.
Por
todo lo expuesto, es más que justo que las víctimas alcemos la voz
ante el apaño de Zapatero con la ETA que en estos momentos gestiona
Rajoy. Que no nos engañen con el argumento de que, como la serpiente
tiene votos, no se la puede ilegalizar: esos votos fueron conseguidos
mediante la sangrienta dictadura del terror y son radicalmente
ilícitos. Esos políticos falsarios tienen la desvergüenza de
repetir una y otra vez que la ETA está derrotada.
Nos
están vendiendo como un éxito de la democracia la claudicación, la
continuidad del proyecto totalitario y de odio a España que
representa todo el entramado de la banda terrorista ETA y sus
compañeros de viaje, para cuyo objetivo de romper nuestra nación
han matado a más de 850 españoles: con la pistola y con el escaño.
Me
gustaría concluir resumiendo en estos cuatro puntos:
1º
La negociación con la banda es inmoral y además una torpeza. Con el
Pacto Antiterrorista en vigor la ETA estaba a un cuarto de hora de
palmarla. La negociación le ha dado la vida.
2º
Las víctimas no son un “ellas” sino parte de un “nosotros”:
la nación española. Por ello, y no solo por una cuestión digamos
que humanitaria, todos somos víctimas del terrorismo.
3º
Tenemos derecho a la la derrota de la ETA largamente prometida por
nuestros dirigentes desde la Transición tras cada atentado. Ahora
nos presentan una dolorosa claudicación.
4º
Los votos ganados mediante la dictadura etarra, la que ha masacrado a
los nuestros, son radicalmente ilegítimos. No legitiman a los
terroristas, sean de pistola o de escaño. Ambos representan las dos
caras de una misma moneda.