Después de la pitada a ZP del pasado día 12, pudimos ver a Chacón y los suyos desbarrando como si no costara. Que si los vociferantes eran reventadores organizados, que si de extrema derecha, ese cuento de siempre con el que atemorizan aún a algunos incautos mediante la búsqueda con microscopio de banderas con el águila. Hasta el Rey mostró públicamente su pensamiento en este asunto y censuró la pitada de la Castellana. Resulta curioso que cuando el Rey se vuelve a equivocar lo haga en la misma dirección de cuando alabó sin recato a ZP, única ocasión en la que tal cosa ha cometido S.M. con un presidente en activo. Tenía que ser ZP, el del embuste y la negociación con los asesinos de tantos militares ¿eh, majestad?
Hablaban unos y otros de respeto y así. Llamaba la atención esta llamada en una ministra que apoyó sin recato al Rubianes de la puta España, ¿recuerdan? Esa puta España proclamada y exaltada tradicionalmente por el ejército cuyo ministerio comanda la socialista. Esa ministra que calla -ella y su gobierno- como una puerta cuando ciertas bandas musicales se descojonan de nuestros muertos asesinados por los terroristas con el beneplácito de muchos ayuntamientos. Pues recuerde usted, señora Chacón, que buena parte de ellos son militares y también se les debe respeto. A ver cuñando dice usted algo por ese grave asunto. Hay bastante de hipócrita en cuanto se ha dicho sobre el asunto desde el poder. Lo cierto es que la configuración del desfile protegía de la pitada a ZP, que se la merece de aquí a Berlín. Colocaron al público muy lejos del meollo y nada de pantallas que acercaran el acto a la concurrencia, con lo que la gente difícilmente se podía enterar de la llegada zapateresca.Y finalmente la megafonía no permitía entender lo que ocurría, ni si había una ceremonia o un minuto de silencio. Es decir, que el público estuviese a ciegas y sin sonido fue la clarísima consecuencia de la planificación de la ministra.
Es de sobra conocido que ZP no se cruza con usted en la panadería y que para afearle la conducta debe aprovecharse de alguna aparición oficial. No hay otra. Y eso es lo que pasó, sencillamente. Y lo que traspasó cualquier pudor y los límites de alguna inteligencia política, fue el exhibicionismo liberticida de doña Carmen. ¡Una señora de izquierdas! De esta izquierda oficial que anda siempre cacareando libertades y parias de la tierra, que reparte legitimidades de demócrata entre sorbo y sorbo de Dom Pérignon, habitando como mejor puede su imponente residencia paradisíaca de Santo Domingo. Aunque, en su absurdo ataque de Rotelmayer, no terminó de concretar, poco menos que quería castigar a los ciudadanos por pitar a su pobrecito ZP. La actitud de esta señora resultó ridícula y totalitaria a más de servil con el jefe. La rica zurda. Y su reclamo del debido respeto a la Fiesta Nacional es para nota. Nacional ¿de qué nación ahora que todo es "estatal", de estado? ¿De la discutida y discutible que nunca jamás de los jamases pronuncia ni defiende su Partido Socialista de Cataluña, al servicio de la cosa identitaria y del independentismo, por ejemplo? ¿De la nación española?
Hablaban unos y otros de respeto y así. Llamaba la atención esta llamada en una ministra que apoyó sin recato al Rubianes de la puta España, ¿recuerdan? Esa puta España proclamada y exaltada tradicionalmente por el ejército cuyo ministerio comanda la socialista. Esa ministra que calla -ella y su gobierno- como una puerta cuando ciertas bandas musicales se descojonan de nuestros muertos asesinados por los terroristas con el beneplácito de muchos ayuntamientos. Pues recuerde usted, señora Chacón, que buena parte de ellos son militares y también se les debe respeto. A ver cuñando dice usted algo por ese grave asunto. Hay bastante de hipócrita en cuanto se ha dicho sobre el asunto desde el poder. Lo cierto es que la configuración del desfile protegía de la pitada a ZP, que se la merece de aquí a Berlín. Colocaron al público muy lejos del meollo y nada de pantallas que acercaran el acto a la concurrencia, con lo que la gente difícilmente se podía enterar de la llegada zapateresca.Y finalmente la megafonía no permitía entender lo que ocurría, ni si había una ceremonia o un minuto de silencio. Es decir, que el público estuviese a ciegas y sin sonido fue la clarísima consecuencia de la planificación de la ministra.
Es de sobra conocido que ZP no se cruza con usted en la panadería y que para afearle la conducta debe aprovecharse de alguna aparición oficial. No hay otra. Y eso es lo que pasó, sencillamente. Y lo que traspasó cualquier pudor y los límites de alguna inteligencia política, fue el exhibicionismo liberticida de doña Carmen. ¡Una señora de izquierdas! De esta izquierda oficial que anda siempre cacareando libertades y parias de la tierra, que reparte legitimidades de demócrata entre sorbo y sorbo de Dom Pérignon, habitando como mejor puede su imponente residencia paradisíaca de Santo Domingo. Aunque, en su absurdo ataque de Rotelmayer, no terminó de concretar, poco menos que quería castigar a los ciudadanos por pitar a su pobrecito ZP. La actitud de esta señora resultó ridícula y totalitaria a más de servil con el jefe. La rica zurda. Y su reclamo del debido respeto a la Fiesta Nacional es para nota. Nacional ¿de qué nación ahora que todo es "estatal", de estado? ¿De la discutida y discutible que nunca jamás de los jamases pronuncia ni defiende su Partido Socialista de Cataluña, al servicio de la cosa identitaria y del independentismo, por ejemplo? ¿De la nación española?