Montguyon me visitó el 12, para informarme de que había visto al prisionero, cuyo nombre y señas le había dado yo oportunamente.
- Está sumamente abatido y melancólico -me dijo-. Se ha negado a recibir los auxilios pecuniarios que le ofrecía de parte de usted; pero se ha mostrado muy agradecido. Al oír que Genara tenía gran empeño en conseguir su libertad, pareció muy turbado y conmovido, pronunciando palabras sueltas cuyo sentido no pude comprender.
- ¿Y no desea verme?
- Parece que lo desea ardientemente.
- ¡Oh! ¡Estas dilaciones son horribles! ¿Y qué más dijo?
- Cosas tristes y peregrinas. Afirma que desea la libertad para conseguir por ella el destierro.
- ¡El destierro!
- Dice que aborrece a su país y que la idea de emigración le consuela.
- Le conozco, sí... Esa idea es suya.