Acabo de ver una foto de María del Mar Bermúdez y su marido. Eran entrevistados en Telecinco por Ana Rosa Quintana, la misma televisión que entrevistó hace pocos días al asesino y violador de su hija, Sandra Palo. El Rafita había dicho ante la cámara que se arrepentía de su crimen y que pedía disculpas a esa madre desgarrada. Primera noticia. No parece que sea la manera más creíble de pedir sinceramente perdón. Es más, eso no es pedir perdón. Para buscar ser perdonado el Rafita tiene la obligación ética y debe sentir la necesidad imperiosa, de pedírselo a sus víctimas. Y seguidamente conducirse de la mejor manera posible en orden al alivio del dolor causado por su monstruosidad. Pero no ha sido así, independientemente de que su arrepentimiento sea más o menos sincero o más o menos impostado. Lo hizo en la tele, frente a una audiencia a la que es difícil lanzar otro mensaje, sea verdad o se trate de una treta indecente, para quedar justificado. La credibilidad de este hombre anda por los suelos si atendemos a su reincidencia en el delito. Así que... En esas mismas declaraciones se quejaba de la persecución sufrida estos años. Alegó ser entonces un menor, que en esa condición uno no sabe bien qué hace... o algo así. Es decir, se presentó como víctima y Telecinco hizo de altavoz y peana. Ahora, tras el asesino, entrevistan a la madre. Lógica sucesión de acontecimientos en esta basura dizque informativa producida por desaprensivos. Por un lado Piqueras en el telediario que emitió lo dicho por el Rafita; y por otro, Ana Rosa, presta a colocar una venda lacrimógena en la herida infligida por su compañero de cadena. Ante la queja de la madre por la cancha dada al asesino por Piqueras, Ana Rosa tuvo el cuajo de responder que esa entrevista “es buena para vuestra causa”. Un asco.
El Rafita es una víctima de sí mismo, de la productiva morbosidad mediática, de la insania cordial y de azotea del personal. Pero no es inocente, es el culpable y no tiene derecho a exponer tales cosas a renglón seguido de su petición de disculpas. Tampoco Telecinco a posibilitarlo. El dolor a contemplar es el de los inocentes y nunca puede compartir espacio con el del asesino. Esa es una mezcla abyecta, una puñalada en el corazón de sus víctimas, un extravío moral. ¿Qué ha conseguido la entrevista al Rafita? No sé si otras cosas, pero de momento lanza al espacio público la idea -falsa- de que este tipo ha pedido perdón a la madre de su víctima. Algún lector me llamará exagerado. No creo que mucho. Decía al inicio que veo ahora una foto de la entrevista de Ana Rosa a los padres de Sandra, la violada, la asesinada. Sobreimpresionada en pantalla se lee esta desvergüenza: “Los padres de Sandra Palo no aceptan las disculpas de Rafita”. No el Rafita, sino Rafita; nótese la dignificación. Telecinco da por sentado que el tipo pidió disculpas a la familia de la muerta. Y ellos, los desalmados padres de Sandra, no las aceptan. Gente rencorosa ¿que no? Aportaríamos algo de remedio no viendo ciertos programas, ahorrándonos tal degradación. Viven de audiencia acrítica, desensibilizada, tragadora de lo que echen. Gente que se la sople. Piénselo.