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27 enero 2009
Treinta años sin ti - Diario de Navarra 28.01.09 - ABC 29.01.09
27 de enero de 1979. Sobre nuestra acera, aitá, a la puerta de casa, a los pies de tu hijo, el aterrado chaval que ahora escribe, quedaste tendido sobre el charco de tu sangre. Hace treinta años que cinco balas salieron disparadas de la pistola del etarra Vicente Nazábal, que jamás ha mostrado algún arrepentimiento -muy al contrario- y que comparte despacho con Patxi Zabaleta, de NaBai. Hace treinta años que en Echarri Aranaz la labor de acoso del nacionalismo vasco dio su fruto con el derribo de Jesús Ulayar.
Décadas en las que ha aprovechado el miedo infundido por Eta, sus hermanos de fe sabiniana, en los ciudadanos para ocupar el espacio público político con ventaja; sangriento factor a favor. En lo político ventajista e inaceptable; en lo ético no hay palabra que lo defina con justeza. Décadas de pusilanimidad de los partidos no nacionalistas, en su creencia de que concediendo muchos espacios al nacionalismo quedaría saciada su sed totalitaria. Nefasto error. Décadas en las que cierta progresía colocó a las víctimas en la otra España, mientras daban un plus de legitimidad a los etarras sobre los asesinados porque supuestamente eran antifranquistas, luchadores por la libertad. Negra mentira, pues matan contra la odiosa España: de Franco, de Juan Carlos y de quien sea. El obsceno “algo habrá hecho”, que concedía superioridad moral al matarife sobre la víctima, provenía de aquellas bocas y de las de los nacionalistas.
Décadas en las que tras las experiencias de distintos gobernantes en negociaciones con los pistoleros, o en maldades como los GAL, o en la perversidad de tener a los asesinos de nuestro buen aitá ocupando escaños en las instituciones, mientras a las víctimas se nos relegaba al olvido, parecían por fin superadas y enterradas con el Pacto Antiterrorista. Nada como aquella unidad desacomplejada de los grandes partidos nos reconfortó tanto a mi madre y hermanos, a tantas víctimas del terrorismo en España. Casi podíamos tocar el fin con nuestros dedos. Hasta que la negociación de este presidente Zapatero de mis pecados con los matarifes, quebró el nuevo paradigma que tanto dolor costó construir. Y la nación por cuya causa nos los mataron de pronto era discutible. No sé qué ocurrirá en adelante en nuestra España, tan entretenida en odios inducidos y estúpidos que la desenfocan y descabalan, tan dependiente de minorías nacionalistas. No sé si este trágico país terminará por hacer justicia a quienes, como tú aitá, fuisteis asesinados por defender la libertad, por defender Navarra en España, nuestra indubitable nación. Y no hablo de la justicia penal, querido lector, sino de la Justicia política que esta sociedad, si se precia en algo, debe a sus muertos.