Escapar

<b>Escapar</b>
El 27 de enero de 1979 tu sangre y la lluvia mojaron nuestra acera

11 enero 2009

¿Nos hacemos Horacio?

Shakespeare, maestro de verdades esenciales, eternas, inquieta a cada página. Horacio, amigo de Hamlet, príncipe de Dinamarca, es objeto de sus sinceras y desinteresadas loas, las únicas libres de toda sospecha, por cierto. Merecidas loas. Si se toma uno en serio el intento de asemejarse al carácter de Horacio, la tarea es abrumadora, apasionante, fuente de sentido de la vida. Por otra parte, buscar tu propio Horacio también es bello y positivo para tus próximos. Todo un plan de vida, proyecto de la felicidad posible. Ponerse de veras en marcha es ya todo un éxito. No se trata exclusivamente de llegar, ¡ojalá!, se trata de caminar con buen rumbo. ¿Nos animamos? Con la ayuda de Dios.

Hamlet, ESCENA X
Hamlet.- Tú, Horacio, eres un hombre cuyo trato me ha agradado siempre.
Horacio.- ¡Oh señor!...
Hamlet.- No creas que pretendo adularte, ¿ni qué utilidades puedo esperar yo de ti, que exceptuando tus buenas prendas no tienes otras rentas para alimentarte y vestirte? ¿Habrá quien adule al pobre? No... Los que tienen almibarada la lengua, váyanse a lamer con ellas la grandeza estúpida y doblen los goznes de sus rodillas donde la lisonja encuentre galardón. ¿Me has entendido?
Desde que mi alma se halló capaz de conocer a los hombres y pudo elegirlos, tú fuiste el escogido y marcado para ella; porque siempre, o desgraciado o feliz, has recibido con igual semblante los premios y los reveses de la fortuna. Dichosos aquellos cuyo temperamento y juicio se combinan con tal acuerdo, que no son entre los dedos de la fortuna una flauta dispuesta a sonar según ella guste. Dame un hombre que no sea esclavo de sus pasiones y yo le colocaré en el centro de mi corazón: sí, en el corazón de mi corazón, como yo hago contigo.