Escapar

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El 27 de enero de 1979 tu sangre y la lluvia mojaron nuestra acera

08 mayo 2008

Tres flores sevillanas


Todos los años –ya van diez– el seis de mayo, la Fundación Tomás Caballero conmemora el aniversario del asesinato del concejal pamplonés con algún evento, siempre interesante, cuya temática obligadamente suele rondar alrededor de la libertad.

Este año ha montado una exposición fotográfica llamada 40 días rojos. Este nombre alude a las cuarenta personas asesinadas por Eta en Navarra. Amigo lector, acérquese a la Sala de Armas de la Ciudadela de Pamplona, no se la pierda por nada. Y hágase con el extraordinario catálogo de la exposición, que amplía muy notablemente el material fotográfico y los textos de los paneles que allí se muestran. Un trabajo único, sobresaliente. Contémplelo y hágase cargo del golpe infligido por el terrorismo nacionalista a la sociedad democrática de Navarra en las –nuestras– víctimas del terrorismo. Reflexione ante fotografías y textos. No se sienta ajeno. Ellos son nosotros. Quien yace muerto en el suelo cubierto con una manta es uno de los nuestros. Ese cuerpo horriblemente desfigurado, es uno de los nuestros, el rostro golpeado de la nación española.

La charla inaugural de esta exposición ha corrido a cargo de Teresa Jiménez-Becerril. Como sabrán, esta mujer es la hermana de Alberto, concejal del Partido Popular en el ayuntamiento de Sevilla que, como Tomás Caballero, fue asesinado hace diez años por Eta junto con su esposa Ascen García. Los tirotearon de regreso a casa. Una hermosa pareja con flores de amor en la mano de ella. Cayendo de entre los dedos de Ascen, quedaron para siempre en la calle Don Remondo aquellas tres flores. Como para siempre quedaron huérfanos en casa tres niños… una abuela. La abuela Teresa que acompañó en Pamplona a su hija. La abuela Teresa, que desde aquella noche sevillana de tristezas inefables, es quien mayormente se ocupa de sus nietos, de los hijos de unos padres matados por canallas como De Juana, que se ríe de ellos; siniestro paseante proclive al proceso de pazzz, según informó Zp. No como sus ingratas víctimas sevillanas. Tal vez por ello, todos los años las zahiere el alcalde Sánchez Monteseirín, ese miserable.

Cosas puestas en razón nos dijo Teresa hija, esa delicada fortaleza, precisamente dentro de la Ciudadela pamplonesa. Practica la virtud de poner el dedo en la llaga con la intensidad de la palabra ciudadana y con sencillez bella y acogedora de dulce acento, como extraída de la pacífica tertulia familiar de un patio andaluz. Un discurso eficaz, del que sobresalen tres afirmaciones sobre la negociación de Zapatero con Eta. La primera: nunca aceptará una paz que no pueda explicar a sus sobrinos. Añado yo que cualquiera que se reconozca ciudadano pleno tampoco la querría, aunque esos tres hijos sevillanos, las tres flores de Alberto y Ascen, no sean sus sobrinos. La segunda y en referencia a las manifestaciones de la AVT: hemos salido muchas veces a la calle contra la negociación. Desde el gobierno se negaba y nos acusaban de que no queríamos la paz, que queríamos venganza. Nos han llamado mentirosos. Insultados cuando todos saben que teníamos razón. Nadie nos ha pedido excusas. Y tercera: las víctimas nos sentimos humilladas cuando nos vemos en la obligación de explicar por qué no queremos que se negocie con nuestros asesinos.

No encontré en el acto representantes políticos de los partidos implicados en el bochornoso asunto de la negociación. Ni zapaterinos ni nacionalistas ni IU. Sólo hicieron acto de presencia algunos de ellos, en el responso del cementerio y en la misa funeral celebrados previamente. Es decir, allá donde la víctima fue más objeto de piedad que otra cosa. Donde la mera corrección formal salva del trance. No podían estar donde se afirmaba la razón ciudadana, por tanto política, de las víctimas. Porque las víctimas han sido asesinadas en pos del proyecto político de la sentimentalidad totalitaria nacionalista. Porque las víctimas han sido menospreciadas por Zapatero. A estos representantes les repugna la verdad de Teresa y sólo les interesa la víctima como un herido al que atender, al que ocultar en definitiva. Políticos mezquinos que, cada uno por su interés, obvian la causa política de esos muertos y heridos y no soportan su rostro ciudadano porque les acusa.

Previa a la intervención de Teresa, Tomás Caballero hijo hizo una introducción en la que se refirió al fallecido periodista polaco Ryszard Kapuscinski, quien afirmaba que el periodismo no es para los cínicos. Ni la política debiera serlo, murmuré a mi acompañante.